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TORITO DE PUCARA
Una bella artesanía con una historia poco conocida. El torito enlosado, de rechoncha figura y de pintarrajeado cuerpo, que se vende entre las variadas piezas de alfarería en la estación del ferrocarril que corre entre Puno y Cusco, al pie del histórico peñón de Pucará y que en el mundo de la artesanía popular peruana y en el lenguaje turístico se conoce con el nombre de "Torito de Pucará", no es otro que el mismo toro que un día de carnaval, de un "febrero loco", fue bautizado en una ceremonia panteísta
Con su frente exornada de rosones, su pecho luciendo grueso rodetes, con la lengua en las narices y golpeándose sus ancas con la cola, como sí quisiera seguir librándose da la acción corrosiva del alcohol y del ají molido con que encendieron su vocación de toro bravo, ha sido artísticamente perennizado por las hábiles manos del indio de Santiago de Pupuja, el pueblo pampero de Azángaro, la provincia más feudalísta del departamento de Puno, afamado por su ganadería vacuna.
Es elaborado de arcilla y cocido al rojo en primitivos hornos. Modelado en distintas posturas y pintado, en algunos lugares de la zona aymara; y, vaciado y enlosado, en la postura popularizada por el "Torito de Pucará", en la zona quechua. Este último ha tenido una extraordinaria suerte, porque su fama ha bajado de las estepas puneñas y ha traspuesto los lindes de la patria.
El "Torito de Pucará" fue primitivamente expresión de arte infantil. Los niños de la altiplanicie de Puno recibieron en su capacidad creadora la sensibilidad estética de lejanos y legendarios antepasados: Los Uros u hombres de día, los Lupacas u hombres sol o los Chulpas u hombres cíclopes gigantes; y la naturaleza del escenario geográfico que anidó su estirpe superior, puso en sus manos la rica arcilla que abunda a la vera de los ríos y junto a los puquiales como el material excepcional con que el niño exterioriza aquella sensibilidad estética. Pues el niño puneño posee una extraordinaria habilidad para modelar y su arte crece con él hasta la madurez, convirtiéndolos en eximios alfareros, ceramistas y aun pintores y escultores.
Tal es el caso de los aborígenes de Santiago de Pupuja. De niños, jugando, modelaron el torito entre otros animales con sus manos ingenuas, extrayendo la arcilla blanca que existe abundante en las numerosas hoyadas que se llenan de agua en épocas de lluvia se secan en los meses de invierno en los rededores de su pueblo Y más tarde, los padres advirtieron el interés de los viajeros por el ferrocarril, lo industrializaron. Ahora lo trabajan niños y viejos, hombres y mujeres, en Santiago de Pupuja. Y son las mujeres que los llevan a la estación de Pucara.
La inspiración emocional del hombre del Altiplano ha introducido el toro español en lo más hondo de su mundo subjetivo como ningún otro aporte cultural de la España conquistadora; por eso, éste ha pasado a ser personaje de la mitología aymara y quechua. Pues algunos apus lo personifican y más de una laguna suele ser morada encantadora de un "toro barroso", para su imaginación totemista, Y cuantas leyendas han surgido del fondo subjetivo de esta imaginación. Las dos cumbres que protegen Puno de los vientos del su : Cancharani y Layqaqota son para el totemismo indígena un toro y una vaca.
El toro es Cancharani que no se dejó manosear por los españoles quienes no pudieron tocar nada de la plata que guardan sus entrañas; en cambio layqaqota, personificación de la vaca, sí se dejó manipular y en su seno encontró el audaz aventurero andaluz, José Salcedo, las fabulosas minas de plata, la segunda en América, que la codicia del Virrey Conde de Lemos las perdió, hasta el extremo de destruir la maravillosa ciudad de San Luis de Alba que en sus rededores se levantaba, antes de la fundación de Puno.
Y los calvarios de los pueblos de Acora y Pichacani son dos toros aradores que cada noche intentan bajar de los altos pastizales a beber el agua del lago Titicaca, pero que unas veces la luna y otras el sol, siempre los sorprenden y no pueden llegar a las orillas del lago.
(Texto de José Portugal Catacora).
SIMBOLOGÍA DEL TORITO DE PUCARA
TORITO DE PUCARÁ: “Qonopas” (Quechua) “Illas” (Aymara) usadas para “proteger el hogar y atraer la buena suerte”.
Frente a una obra de arte surge inmediatamente una serie de preguntas sobre sus formas, en este caso hemos elegido EL TORO DE PUCARA, que se ha convertido en una pieza que ha trascendido el mercado internacional, por sus características peculiares que la ostentan como pieza de arte; por lo cual nos vamos a remitir a designarla como una pieza totémica y ritual, que en algunos casos ha sido designada como qonopas o Illas, como de las alpacas que son igualmente bellamente representadas en formas esculturales trabajadas en piedra granítica.
Así, iconográficamente, los toros de pucara han logrado un final artístico, y logrado al mismo tiempo un valor estético. Transcribimos un estudio interesante al respecto realizado por Rivera, JJ. El Toro de Pupuja. «Historia del Torito de Pucará» y Fredy Reyes Apaza. «La simbología totémica del torito de pucara»
“El color blanco del toro simboliza pureza y protección (pareja); color negro el ego, defectos psicológicos; la chicha (agua) y/o vino que está dentro como fuente de vida relacionado con la transmutación del factor nacer, fecundación. En el ritual del “señalaquy” se utiliza el torito de supliendo a las Illas, qonopas antes representadas por los camélidos -en piedra y cerámica- para luego de esparcir el elemento agua o vino y fertilizar simbólicamente el ganado. Para el hombre significa el trabajo con la energía sexual que debe llegar hasta la cabeza, es el nacer, la transmutación de la energía creadora controlada por la mente, la misma que es sutilmente esculpida en el torito por los artistas herederos de la Cultura Pucará. Los elementos de simbología presentes en el torito son los siguientes: El orificio a la altura del hueso sacro, que alegóricamente representa el trabajo con el agua, la semilla, Ens seminis, la fecundación. En el mundo andino el echar el vino y/o chicha al recipiente simbólicamente evoca generación de vida, siembra de un nuevo ser, en esta caso aumento del rebaño y el ritual de la “ch’alla” esparciendo con el mismo elemento agua o vino es fertilizar simbólicamente el ganado. Un simbolismo, donde el varón que se une a la mujer en matrimonio, derrama esa agua que significa generar otra vida. El enjalme es signo de cuidado, protección de esa fuerza creadora, como una carga pesada y sacrificio para lograr la autorrealización del ser humano.
Se muestra en el cuello superior tres orlas que simbólicamente indica el ascenso a la cabeza (dominio de la mente) de los tres factores de la revolución de la conciencia, la trilogía: nacer, morir y sacrificio por la humanidad; Padre, Hijo y Espíritu Santo o el uso de energía positiva, negativa y neutra. Se complementa con la banda o chalina que abraza el pecho con una aplicación de zig zag, escalera o cadenillas.
Los ojos redondos y saltones indican que el ser humano debe estar alerta con el mundo que le rodea, con la conciencia despierta o simplemente se aplique la auto observación. La lengua está relacionada con el uso adecuado del verbo, que de la boca del hombre no salga palabras que dañen: la mentira, ira, insulto, orgullo, etc. La huella de cortes profundos en la piel, como una forma de señalización del ganado vacuno del hacendado llamado “Huallccuscka” un hecho bastante sádico practicado en la colonia; son un elemento decorativo como las flores y hojas.
Las figuras espirales en forma de caracol, es la representación de la serpiente o el puma pez relacionada con el fuego flamígero, muy finamente esculpido en la “Estela del Rayo” de la Cultura Pucará, la forma como se estiliza en trazos de artistas alfareros son excepcionales, porque representa al espiral de la vida; indicando que nuestras existencias se desenvuelven ya en espiras más bajas o en espiras más altas según el Nivel del Ser y el trabajo desarrollado en sí mismos.
En la percepción de los pobladores del altiplano manifiestan que el par de toritos de pucará en el techo es signo de protección y felicidad en el hogar, una dualidad andina que representa al marido y mujer que representan la fusión de energías positiva y negativa que busca el equilibrio y bien común.
ELABORACIÓN
Dentro la comercialización de la cerámica artística de Pucará tiene un repunte en la demanda del “Torito de Pucará” como una cerámica decorativa en diversos tamaños y variedad, objeto de prototipo publicitario para el turismo nacional e internacional. Los artesanos productores están agremiados en dos organizaciones. “Asociación de Artesanos Virgen del Carmen” y la “Federación de artesanos de Pucará” integrado por 224 ceramistas, especializados en la producción de cerámica, tejidos, bordados cuyo objetivo es producir para el mercado turístico nacional y exportación internacional.
El acabado singular de los toritos son figuras imperfectas, de aspecto tosco, con aplicaciones de flores, elipses, capellones en el lomo, en el cuello como chalinas con aplicaciones geométricas zig zag y/o escalera, con orlas que le cuelgan del testuz. Los toritos inicialmente tenían solo dos colores: blanco y nogal. El cuerpo es de color natural, naranja tenue, casi blanco que es barro cocido sin haber sido posteriormente pintado. En el proceso tecnológico de la producción de la cerámica en Pucará se usa diversas clases de arcilla que son agregados de minerales y sustancias coloidales como el caolín, la dolomita; arcilla gris, amarilla, verde y rojiza; como también arcilla apizarrada y chocolate, cada cual en su cocción soportan temperaturas de 800°C a 2000°C. Como complemento en el molido, maceración y tamizado de la arcilla se usa la tierra refractaria que les provee la Santa Tierra de Pucará. La cabeza, los cuernos y los iconos son de color pardo en unos casos y en otros de color café obtenidos con tintes naturales, industriales aplicación según sea el caso en la pre-cocción y post cocción como por ejemplo: Nogalina en polvo (color nogal o marrón), barniz vitrificado (conserva color natural), esmalte minio (brillo), oxido de cobalto, antimonio mezclado con agua (color amarillo), oxido de cobre más plomo, minio y sílice (color verde vidrioso) y manganeso más óxido de hierro (color negro). En cambio en los acabados de los toritos modernos se aplica más de dos colores chillones y brillantes llamativos para dar un atractivo artístico y comercial.
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